LUZ RODRÍGUEZ GUILLÉN

Del 11 al 16 diciembre de 2006

Amanecer. Acrílico sobre lienzo,  92 x 73 cm

Desnudo tumbado. Acrílico sobre lienzo, 100 x 81 cm

Reflexión. Acrílico sobre lienzo, 100 x 81 cm

Violetas y cadmios. Acrílico sobre lienzo, 46 x 55 cm

LUZ RODRÍGUEZ GUILLÉN Paisaje humano
Del 11 al 30 de diciembre de 2006

Luz R. Guillén es Licenciada en Pintura por la Universidad de Madrid y Doctora en Bellas Artes por la Universidad de Valencia. Ha recibido varios premios de pintura y dibujo. Su obra se encuentra en diversos museos y entidades culturales. Combina su actividad artística con la docente e investigadora como profesora titular de la Universidad de Valencia.

Destacan sus exposiciones individuales en la Sala Jaime (1985), Galería Bachiller (1995) y Sala l’Aplec (1995), Valencia; Sala La Torrecilla (1986) y Galería Orfila (1989, 1997, 2003, 2006), Madrid; Galerías El Porche, Pamplona, y Josep Panadés, Tarragona (1988).

Entre otras colectivas, las celebradas en las Salas de la Cultura de Roca (1987) y de Bellas Artes, Río Negro (1987) (Argentina); Interarte (1988, 1992), Valencia; Museo Salvador Allende, Santiago de Chile (1991); Arte Expo, Barcelona (1998); Universidad de Valencia, Cinq Secgles (1999); Sala C. Oficial de Doctores y Licenciados en Bellas Artes y Círculo de BB.AA. Arte en Red, “Vísteme”, Valencia (2006).

Ha realizado ilustraciones y portadas de numerosos libros y revistas.

La artista escribe sobre su obra en el catálogo de la exposición: …Dejadas atrás las obras en relieve, los nuevos soportes siempre planos, amdera, cartón o lienzo, sirven para potenciar la unión entre los distintos elementos. El rostro y la figura, el lecho, la floresta, el agua, los reflejos o las luces se unifican en un juego plástico donde lo importante es el color. El trazo expresionista aplana los volúmenes creando un entramado cromático en el que conviven gamas armónicas con los fuertes contrastes y donde la textura empastada, pierde protagonismo, tendiendo a suavizar densidades, aumentando su plasticidad mediante diluidas veladuras sobre fondos fuertemente coloreados de claras influencias “fauves”.

La espontaneidad de la mancha se convierte en instrumento narrativo fusionando lo gestual con potentes confrontaciones de la realidad objetiva que transcriben inocentes o perversas instantaneidades, en las que el cuerpo humano se deshace, mezcla y transforma en oníricos paisajes.