MERCEDES SOLÉ

“El Museo del Prado en pedazos” Del 9 diciembre de 2013 al 4 de enero de 2014

Rubens, Las Tres Gracias. Mixta/lienzo, 30×25

Velázquez, Carlos de Austria, infante de España.. Mixta/lienzo, 35×24 cm.

Goya, Perro semihundido. Mixta/lienzo, 27×22

Velázquez, San Antonio Abad y San Pablo, primer ermintaño. Mixta/lienzo, 27×22 cm.

Mercedes Solé nació en Madrid y se formó en el taller CEPA con Dulce Chacón y en Artestudio con Abel Borja, José Barranco y Pepa Muñoz. Hizo un curso de paisaje en el Valle del Baztán. Realiza su primera exposición individual en la Galería Orfila (2010). Ha participado en subastas y muestras colectivas (Premios Francisco Cantero, Feria de Arte Independiente, Jardín de Serrano, Salón de Otoño… en Madrid, Homenaje a Zabaleta en Quesada, Miradas en Alicante…) y certamenes (Blanco y Negro, Nacionales y Provinciales de Pintura Rápida, de Primavera AIMA, FMD, entre otros). Colaboró en el libro “Don Quijote en el Café Gijón”, ilustrando también algunas revistas y publicaciones. Es copista del Museo del Prado desde el año 2007.

El Museo del Prado en pedazos

El concepto de la autoría de la obra de arte, por la doble acepción de esta como hecho autónomo y realidad social, es determinante para la valoración de esa obra.

Ni la sacralizada, evanescente y pocas veces sustentada en motivaciones objetivas originalidad ni sus fundamentos estéticos, se sobreponen al sensual placer que el deseo de convertirla en propiedad proporciona.

Pero el arte no es sólo unicidad sino que, como el yo se justifica por su imbricación en los otros, es también consecuencia de un proceso marcado por la apropiación obsesiva de esquemas de pensamiento, búsquedas y experiencias, que con frecuencia sobrepasan el protagonismo de la individualidad para convertirse en afán colectivo y con frecuencia generacional, en el que la falsedad, el plagio, la interpretación y la usurpación juegan un papel tan importante como el de la pura creación.

André Brincourt recogía del pensamiento de Elmyr de Hory, el más celebrado y reconocido usurpador de estilos del siglo XX que puso es crisis la valoración de esa autoría, algunas de estas consideraciones, más sugerentes y esclarecedoras por cuanto eran consecuencia de su experiencia personal y no de enunciados teóricos, en entrevista que publicara en Le Figaro Litteraire en el año 1973 y que, en toda su integridad, sirviera de presentación a la exposición que celebrara en diciembre de ese mismo año en esta galería, Orfila, en la que se ha posibilitado el desarrollo de otros proyectos tan inusuales como el suyo, antecedente de la que hace pocos meses ofreciera el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Quizá alertada por consideraciones no muy alejadas de los contenidos de esas exposiciones, Mercedes Solé, formada en Madrid en los estudios de Dulce Chacón, Abel Borja, Pepa Muñoz y José Barranco y copista del Museo del Prado desde el año 2007, mostró aquí hace tres temporadas no ninguna suerte de apropiación sino su visión frontal de las obras que su sensibilidad había rescatado del recinto protector del Museo del Prado de San Jerónimo.

Tras esta propuesta, absolutamente ajena a la habitualidad de las programaciones de las galerías de arte contemporáneo, ilusionada ilusionista como ilusionado ilusionista fue Elmyr de Hory, Mercedes Solé, sin dejar de lado la fidelidad al modelo inmutable ya refrendado por la Historia de que se sirvió entonces, da una vuelta de tuerca a su propuesta para, superando el plano estrictamente técnico, situarse de forma natural en el interior de la obra que le inspira, tal hiciera con tanta brillantez el que tan notablemente incrementara la producción de los grandes artistas con que convivió.

La fragmentación y la complacencia en la sublimación del detalle, van a ser la sustentación de sus nuevos trabajos.

Al prescindir de la coherencia constructiva y argumental de la totalidad de la obra y valorar algunos de sus elementos, separándolos de las armonías o disonancias cromáticas y compositivas con que el autor quiso darles vida, acentuando esa disgregación mediante coberturas de metacrilato pictóricamente tratadas con motivos afines o en contradicción con lo que tras ellas se ofrece a la mirada, crea un ámbito notablemente sugeridor, en el que categoriza la contemplación fetichista de rostros, gestos, manos, fondos o aderezos, despojados de la convencional conjugación ampulosa de grandiosidades o más inmediatas recurrencias a la cotidianidad que suelen definir al cuadro.

Antonio Leyva
De las Asociaciones Española e Internacional de Críticos de Arte
Octubre 2013