MAIKO MAEDA

“Noh” Del 12 de junio a 1 de julio de 2017

Elevación. Técnica mixta sobre lienzo, 182 x 146 cm

La vida misteriosa y profunda. T. Mixta/lienzo, 162×130 cm

Corazón místico. T. Mixta sobre lienzo, 182 x 146 cm

MAIKO MAEDA nació en Tokio, ciudad en cuya Universidad Gakushuin cursó Filosofía y Psicología y obtuvo su licenciatura en 1968 al tiempo que iniciaba su formación artística.

Desde que en 1973, siendo aún estudiante de Bellas Artes, realizara su primera muestra personal en la Galería Macarrón de Madrid, ha mostrado su obra en exposiciones individuales en Tokio (galerías Miyama, 1974; Maramtsu, 1984; Ryo, 1985; Shrikawa, 2008), Madrid (galerías Serrano 1973; Ekléctica, 2002; Orfila, 2013); Nueva York (galería 84, 1986; ESM Documentation, 1990); Pensilvania (ESM Documentation, 1990; galería Feliz. Jim Thorpe, 1991); San Petersburgo (galería Japan Art, 2005) y Teveran, Armenia, Galería Nacional, 2006.

Entre las colectivas en que ha participado caben destacar:
Bienales Internacionales del Deporte en las Bellas Artes, Madrid y Barcelona, 1973, 1975 y 1977; II Bienal Internacional en Memoria de Picasso. Málaga. 1973; Kokuten, Metropolitan Museum. Tokyo y Osaka, 1974 y 1979; Bienales de Toledo, Santander y Pontevedra, 1977; Le Salon y Salón de Otoño París, 1978; Salón de Otoño. París, New England Show. Silvermine. Soho Center Visual Art, 1981; Galería 84. Nueva York, 1981 y 1986; Arts Complex East, Riverboad, Nueva York, 1983; Josiah Exhibition. Pensilvania, 1990; Skinsho Exhibition, Tokyo, 1996; Galería Ekléctica, Madrid, 2004; C.C. Les Bernardes, Girona 2008; Nexus: Lenguajes de la Abstracción, Galería Orfila, Madrid, 2009; Temps de Flor, Girona, 2010; La huella teresiana en el arte, 2016, y Tres artistas japoneses, 2017, Fundación Merayo, Leon.

MAIKO MAEDA
APROXIMACIÓN AL NOH

La trayectoria de esta pintora, que nació en Tokio donde cursó sus primeros estudios y completó su formación artística en Madrid (Academia Artium) y Nueva York (Art Student League), es un recorrido jalonado por su afán de experimentación constante y por la reflexión. Estos dos factores, que se tradujeron en profundidad y en exigencia, han hecho que las idealizaciones de la figura humana en que sustentara sus obras prologales y el apasionamiento colorista que acompañó al abandono de lo narrativo y de lo referencial, deriven en un lenguaje quizá más críptico pero elocuente, liberado de toda servidumbre icónica, que se fundamenta en la relación tiempo y acción, espacio exterior y introversión meditativa.

Al controlar la espontaneidad expansiva de la mancha en la superficie del cuadro, Maiko Maeda racionaliza sus anteriores abstracciones de elementos mágicos y referencias rituales.

En la obra que ahora presenta, esas referencias han susituidas por un universo, menos fugazamente cromático, más contenido y conciso, en el que el éxtasis y la impetuosidad que se deriva de la emoción que desfigura y altera son instrumentalizados a favor de una dicción plástica esencial en la que el halago para la vista que logra mediante recursos esencialmente ópticos no impide apreciar lo anatómico del cuadro y su estructura. Esta prioridad de lo constructivo va a estar presente en sus últimas obras, que podemos entender como una meditación sobre la vulnerabilidad del ser humano, sobre su impotencia ante la muerte y sobre la inutilidad de los movimientos con que trata de darle sentido a la vida de que es protagonista.

La última secuencia del trabajo de Maiko Maeda que se presenta en esta exposición tiene como eje intelectual que la articula el teatro Noh en sus dos acepciones de Dengaku y Sargaku, teatro burlesco y popular en el que se funden el canto y la danza, las marionetas con los actores de carne y hueso e incluso el malabarismo y la acrobacia, la improvisación y los textos previamente elaborados, que llegara desde China al Japón en el siglo VIII y que tuvo notable desarrollo a partir del XIV en Kyoto, ciudad a las orillas del río Kamogawa custiodada por la altivez de la montaña Kurama en la que Maiko reside.

Como si fuera una Okina, breve pieza que se representaba y aún se representa en las fiestas de Año Nuevo para ahuyentar la desgracia y convocar la felicidad, los cuadros de Maiko Maeda, negros y rojos intensos de los que surgen exquisitos y más apaciguados violetas, son una suerte de canto espiritual, una invocación a la armonía y al sosiego para que el bachi, el castigo con que la divinidad muestra su desaprobación por la torpeza con que se manifiesta el ser humano, sea benigno y tolerable.

Al igual que la cultura samurai desdeña la ostentación y entiende como virtud la sobriedad y el recato, la obra de Maiko Maeda es silencio y profundidad pero también misticismo e iluminación y como el Noh medieval un mundo misterioso y sutil tal lo definiera Zeami, hijo de Kannami el más célebre actor japonés del siglo XIV.

Antonio Leyva,
De las Asociaciones Española e Internacional de Críticos de Arte, mayo 2017.