FERRER MILLÁN EN LA GALERÍA ORFILA

Joaquín Ferrer Millán, trabaja la contraposición de la imagen con la luz delicuescente, generando sensaciones de ingravidez, ruptura del entendimiento, transformada la representación en el lienzo en grafía singular, que describe paisajes mentales, energías aprehendidas cuando son ensoñados o recordados. Construye ideogramas en los que están contenidas emociones, sensaciones, pensamientos y rememoraciones. Es un lenguaje oculto, que toma sentido cuando se confronta con el campo cromático que la arropa, apareciendo éste abierto en todas sus tonalidades, induciendo mutación próxima, profundidad infinita. Es, también, una tensión vibrante entre lo permanente y el cambio dinámico, siendo el color el portador de la idea sugerida, la cual va conformándose en la figura condensada, curvada y retorcida, con incrustaciones de líneas azarosas, tonos grávidos, formas de insinuaciones orgánicas, produciendo el efecto de apreciación pastosa, de tacto receloso, induciendo precaución, curiosidad y misterio. Estas siluetas adquieren significado cuando el pintor las dota de nombre, definiendo su circunstancia, descifrando el entramado intelectual cada observador según la visualización que su percepción sugiere.

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